¡Hola, peregrinos! Soy Antonio, y mi Camino comenzó el día que decidí lanzarme a la aventura de llegar hasta Santiago de Compostela yo sólo. Después de un par de meses de darle muchas vueltas al tema e informarme sobre todo lo relacionado con el Camino, me decidí.

Planeé salir de Sarria en dirección a Santiago de Compostela y así fue. Me lancé al Camino, a caminar solo como un caracol con su casa a cuestas y con el presentimiento de que volvería a Córdoba tal cual me marchaba.

Fui sin reservar el 100 % de las noches en los diferentes albergues. Para mí eso era parte de la gran aventura. Jamás había estado en un albergue, y no sabía cómo resultaría compartir «habitación» con tantísima gente.

Antonio en dirección a Santiago.

Cogí el tren en dirección a Sarria en Madrid, y desde primera hora flipé con la cantidad de peregrinos que iban en el mismo tren. Todos los maleteros estaban llenos de mochilas con la concha peregrina. Me pareció increíble que tantísimas personas nos hubiéramos puesto de acuerdo para empezar el mismo día el Camino y desde el mismo sitio.

Mis inesperados acompañantes

Llegué a Sarria y, justo antes de llegar al albergue donde pasaría la primera noche, encontré a dos chicas que iban en la misma dirección, con una súper maleta (a lo Paris Hilton). Entonces pensé para mí que «cada uno hace el camino como quiere».

Ya en el albergue me registré y, una vez dentro, encontré a las Paris Hilton entrando en la misma habitación que me habían asignado. Les pregunté algunas dudas sobre la credencial y me preguntaron si llegaba solo. Ante mi respuesta no dudaron y dijeron «Ven con nosotras». Sin buscarlo, encontré personas con quien hacer el Camino antes de empezarlo.

También en el mismo albergue, encontramos a dos chicos de Chantada. Compartiríamos habitación con ellos y, más adelante, también compartimos Camino, experiencias y momentos increíbles.

Antonio y sus acompañantes en el Camino.

Al día siguiente salimos de Sarria todos juntos. Estábamos alegres por empezar nuestro reto. Cantábamos, nos reíamos y nos dábamos mucha fuerza. Sin pensarlo, ni habérnoslo propuesto, acabamos alegrando el Camino de muchos peregrinos más.

El primer día me preguntaron por qué hacía el Camino solo. A algunos le sueltas un rollo, a otros les das una pequeña explicación, pero otros… Otros te abren una puerta a su corazón directamente y te dejan entrar. Soledad compartida lo llaman, ¡y mola tanto!

Algunas complicaciones

Las primeras etapas fueron increíbles, pasamos por un entorno precioso. Pero el cansancio y la complicación de nuestro Camino se hizo protagonista cuando empezó a llover. El agua lo complicó todo.

Durante tres días llovió mucho, hasta calarnos la ropa y el calzado. Si el terreno es un poco complicado en seco, imagínate mojado. Las rodillas temblaban alertando de la fatiga, y las continuas subidas y bajadas no ayudaban.

Antonio y sus amigos bajo la lluvia.

Aun así, con la dificultad y el agua, fueron etapas preciosas, llenas de risas, muchísimas risas, confidencias y momentos muy bonitos. Es precioso escuchar a la gente, que te cuenten sus testimonios y que se vacíen contigo. Me fascina que confíen tanto en un desconocido para contar su vida, o incluso sus problemas o propósitos.

Mi llegada a Santiago

Para mí, el momento más especial fue la etapa de O Pedrouzo a Santiago. El camino es maravilloso, y la llegada a la Catedral es inolvidable. Llegar a tu destino después de haber compartido una semana de sacrificio con personas que no conocías y que en escasos días se convierten en tu familia, compañeros de piso y confidentes, no tiene precio.

Vuelvo con el corazón lleno. Lleno de nombres de personas bonitas, de unión con personas que no esperaba encontrar, de risas, de vivencias, confidencias y testimonios compartidos. También, por supuesto, de cerveza y de pulpo. Pero, sobre todo, vuelvo con una experiencia a la espalda que a buen seguro será una de esas que recordaré toda la vida. Estoy seguro de que muy pronto querré repetir.

Antonio y su grupo en la Plaza del Obradoiro.

Vuelvo a casa feliz, por haber encontrado compañeros para este camino, haciéndomelo más fácil, más feliz y mucho más especial. Por conocer al Apóstol, postrarme ante él, escuchar misa en su casa y rezarle por los míos. Y sobre todo, por conocer esa magia del Camino de la que todo el mundo hablaba. Ahora yo puedo decir que… ¡La magia está en el Camino y en todo lo que te llevas!

Como dirían en Galicia: “Camiñante non hai camiño, faise camiño ó andar”.

Un abrazo

Antonio