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Juanra y otros peregrinos en la Plaza del Obradoiro

El Camino de Juanra: de Valencia a Saint Jean Pied de Port y a Santiago

Queridos peregrinos. Soy Juanra y llevaba 20 años soñando con hacer el Camino de Santiago entero, desde Francia hasta Santiago de Compostela. Por motivos académicos o laborales, veía pasar los años sin encontrar la oportunidad.

Muchos me animaban a dividirlo y recorrerlo en varios años, pero yo quería vivir la experiencia completa, como en la Edad Media. Y este 2021, decidí lanzarme al Camino. El 1 de julio de 2021 arrancó mi aventura.

Mi punto de partida fue Saint Jean Pied de Port, considerado con acierto uno de los pueblos más bonitos de Francia. En un principio había proyectado hacer el Camino a solas, pero días antes de comenzar, un amigo propuso acompañarme durante la primera semana. Siendo él un chico muy deportista, sabía que lejos de frenarme, me insuflaría ánimos en los momentos difíciles: no me equivoqué.

Juanra y su amigo Lucas en el Camino

Juanra y su amigo Lucas en el Camino.

Mi camino

Los primeros días fueron muy duros. Ninguna de las etapas del Camino es especialmente dura: el reto reside en aguantar el esfuerzo continuado, seguir caminando pese al dolor que se va enquistando en músculos y articulaciones.

MI amigo Lucas tenía al segundo día los pies llenos de terribles ampollas. El peso de la mochila, excesivo, nos tenía machacados. Si no llega a ser por Karlos, un pamplonés de 60 años con una vitalidad de chico de 25, que conocimos en uno de nuestros altos en el Camino, no habría sido posible seguir avanzando.

Tras cenar con él y dormir en el hostal municipal de Pamplona, vino a buscarnos a la puerta de nuestro alojamiento para invitarnos a desayunar y llevar a Lucas y las mochilas hasta el final de la etapa proyectada para ese día: Puente la Reina. Uno de tantos momentos mágicos en el Camino.

Lucas y Juanra en Puente la Reina

Lucas y Juanra en Puente la Reina.

Yo continué adelante. Aquel día fue abrasador: el Alto del Perdón fue infinitamente más duro en la bajada que en su ascenso. La maravillosa Santa María de Eunate bien valió el desvío, aunque la llegada a Puente la Reina fue un arrastrar de pies.

Yo quería hacer la Ruta auténtica, sufriendo y aceptando el peso de la mochila que llevas. Sin embargo, aquella noche un peregrino me hizo reflexionar: “Juanra –me dijo- en la época medieval nadie cargaba 12 o 14 kilos, llevaban un zurrón con algo de agua, pan y tal vez vino, y el resto se lo proveía la gente a lo largo y ancho del Camino”.

Tenía razón, y a la mañana siguiente Lucas y yo decidimos contratar a una empresa que nos llevara las mochilas en esa etapa. Es algo que repetiría en cuatro ocasiones: el resto del tiempo cargué yo con todo.

Etapas y reflexiones

Pamplona fue una de mis ciudades favoritas. La gente es maravillosa y hay mucho ambiente en la ciudad. La quinta etapa se hizo cuesta arriba por la temperatura. Daban una máxima de casi 40º y tuvimos que salir muy temprano para no morir en el intento.

Juanra en la Ciudadela de Pamplona

Juanra en la Ciudadela de Pamplona.

En la sexta etapa el dolor de cuerpo y pies ya era insoportable, y valoré volver a Valencia con Lucas, pero decidí seguir adelante. Salvo si sufría una lesión imposibilitante, no pensaba abandonar. Mi única línea roja era que no me subiría a ningún vehículo a menos que fuera para regresar a mi casa. Antes que avanzar o saltar etapas a cuatro ruedas, prefería retirarme.

En la etapa 7, tras despedirme de mi amigo Lucas, conocí a Adrien y Marta, un parisino y una chica de Turín, con cuya compañía intermitente hallé la alegría, el buen humor y la fuerza para seguir adelante.

El 15 de julio, justo a mitad de viaje, encontré a dos seres humanos, personas que vivían junto al Camino, cuyos espíritus me conmovieron. Aquel día, perdido en medio de la terrible meseta castellana, asfixiado por el calor y el peso de la mochila, lloré de felicidad por primera vez en mi vida. En medio de infinitos campos de trigo, supe que estaba donde debía estar, y que todo estaba bien. Fue en aquel momento cuando supe, cuando sentí, que llegaría a Santiago. El miedo quedo atrás.

Superar el cansancio

Es curioso cómo a partir de un punto encuentras en ti una vitalidad y una fuerza que hasta ese momento permanecían agazapadas en tu interior. De repente, asumes tu dolor y empiezas a disfrutar de la fortaleza de tu cuerpo. Cada día que pasa cuesta menos avanzar. No sólo eso: aprendes a disfrutar del dolor y desprendes una energía nunca vista.

El día 19, de hecho, me lancé a una gesta loca en la que siempre me reservé el derecho a desistir. Llegaría tan lejos como podría. Y lo logré: recorrí los 57 km que separan Sahagún de León. Comencé a caminar a las 4:30 de la madrugada bajo una bóveda celeste donde reinaban las estrellas y la Vía Láctea, y alcanzando al fin León a las siete de la tarde.

Juanra durante el Camino

Juanra durante el Camino.

Durante algunas etapas decidí regalarme momentos de silencio. Apagaba los datos del móvil, ya que compartía con mi gente mi Camino en Instagram, y guardaba los auriculares. Lo único que me permitía en aquellos casos era intercambiar los alegres “Buen Camino” con los peregrinos que encontraba a mi paso. En ese momento desbordaba gratitud y una conexión con mi entorno difíciles de expresar mediante el uso del verbo.

Hasta la llegada a Galicia, dormí en albergues. No reservaba nada con antelación, llamaba el mismo día a mediodía y no tenía grandes problemas en encontrar cama. Sin embargo, ya en O Cebreiro resultó imposible. Todo completo en el primer pueblo gallego y en el siguiente. Gracias a la amabilidad del párroco, mi amigo Adrien y yo pudimos dormir en el portal de la iglesia.

Durante las siguientes semanas dormir al raso se normalizó: acabaría pasando al aire libre cuatro o cinco noches. De hecho, la noche previa a mi llegada a Santiago, hice mi primera pernocta a solas, en el jardín de un hotel de Lavacolla. Desperté con la cara completamente deformada: los mosquitos se dieron un buen festín conmigo.

La llegada a Santiago

1 de agosto. Preparo mis cosas y enfilo directo a Santiago. Dos horas a un ritmo frenético, adelantando sin cesar a otros peregrinos que avanzaban sin mochilas. Sentía una fuerza que me atraía hacia mi destino.

Juanra en la Plaza del Obradoiro

Juanra en la Plaza del Obradoiro.

Cuando vi el cartel que anunciaba “Santiago”, apenas pude reprimir un sollozo de emoción. Sollozo que se desbordó al llegar a solas a la Plaza del Obradoiro, pronto por la mañana grisácea, una mañana sin apenas gente. Lloraba de pura y auténtica felicidad. Después recorrer 850 kilómetros en 30 etapas pude disfrutar de Santiago, acudir a la misa del peregrino y recoger la Compostela.

Acabar el Camino de Santiago y cumplir mi sueño fue una explosión de alegría. Un sueño cumplido, repleto de anécdotas y experiencias inolvidables, de encuentros mágicos, y para el que no existen palabras. Si estás considerando hacer el Camino, no lo dudes. Es el viaje más directo hacia tu interior.

Ultreia y Buen Camino.

Juanra

P.D.: La aventura no terminó en Santiago. Continué hasta Finisterre y hasta Muxía pese a que ninguna de las dos figuraba en mis planes iniciales. Pero esa es otra historia, y deberá ser contada en otra ocasión.

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