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María y su grupo de amigos

El Camino de María: Cuenca, Sarria y Santiago de Compostela

2020 fue un año distinto… triste… pero, a la vez, nos trajo también cosas positivas como personas y como sociedad. En este contexto, mis amigos y yo, María, quisimos organizar unas vacaciones de agosto diferentes. Estábamos más unidos que nunca como grupo, y pensamos que hacer el Camino de Santiago por primera vez sería una experiencia de esas que recuerdas toda la vida. Éramos un grupo de 9 personas de Cuenca, e hicimos el «típico» camino que hace la mayoría de gente cuando no ha ido nunca, pero quiere realizar los kilómetros necesarios para obtener La Compostela.

La primera jornada

Partimos desde Sarria, donde estábamos alojados en un pequeño albergue que teníamos para nosotros solos. El primer madrugón se hizo duro (incluso nos planteamos si realmente esas eran las vacaciones que queríamos). Fuimos despertándonos unos a otros, nos untamos vaselina en los pies, cogimos las mochilas y emprendimos nuestro primer día de camino.

María y tres amigos durante una de las etapas del Camino

María y tres amigos durante una de las etapas del Camino. Foto: M. Vicente.

Apenas habíamos entrenado para ir, pero la verdad que íbamos a un ritmo tranquilo, con música por el camino, hablando unos con otros, y así se hacía mucho más ameno. A medio camino paramos a desayunar y a descansar un poco, y después proseguimos hasta llegar a Portomarín a la hora de comer. La entrada al pueblo es preciosa, con un puente y un río enorme. Al llegar al restaurante para comer lo primero que dijimos fue: «9 Estrellas Galicia por aquí» (estábamos deseando beber una cerveza fresquita).

Por la tarde nos dedicamos a darnos masajes unos a otros en las piernas, pies, espalda… estábamos bastante cansados y nos fuimos prontito a dormir, pues nos tocaba el recorrido más largo. Madrugamos, desayunamos y salimos un día más. Por el camino nos encontramos a un señor mayor que nos dio un palo y nos dijo que si podíamos llevarlo a Santiago por él y por sus nietos, y por supuesto, aceptamos. Le pusimos el nombre de «Dioni» y nos íbamos turnando para llevarlo. En varias ocasiones nos lo olvidamos en los sitios donde parábamos, pero volvíamos aposta a por él, no podíamos fallarle. Como siempre, al llegar al pueblo a comer decíamos la frase más esperada «9 Estrellas».

La rutina del resto de la semana era la misma. Según iban pasando los días iban apareciendo las dolencias: que si rodillas, plantas del pie, ampollas… y el cansancio ya se iba haciendo notar.

Como anécdotas reseñables: nos entrevistó la tele gallega, nos hicimos amigos del camarero de una pulpería y salimos de cervezas con él esa tarde (se nos pasó un poco la hora y al día siguiente tuvimos un poco de sueño y resaca), vimos muchas vacas y paisajes preciosos. Lo único malo fue que no pudimos conocer a gente, pues con la COVID al final no podíamos relacionarnos demasiado.

La llegada a Santiago de Compostela

El día que llegamos a Santiago fue increíble, entramos en la plaza corriendo y nos abrazamos todos. Uno de nuestros amigos simuló pedirle matrimonio a su novia en medio de la plaza y todo el mundo aplaudió, nos reímos un montón (y a la vez pensamos que ojalá fuese verdad y nos fuésemos de boda). Nos tumbamos todos juntos de espaldas a la catedral y le pedimos cada uno algo al apóstol Santiago. Cuando nos dimos cuenta, no teníamos a «Dioni» con nosotros, pero estábamos seguros de que a Santiago había llegado. ¿Se evaporaría al cumplir su objetivo? ¿Lo perdimos? Nunca lo sabremos…

María y sus amigos en la plaza del Obradoiro

María y sus amigos en la Plaza del Obradoiro. Foto: M. Vicente.

Para finalizar este increíble viaje pasamos un par de días descansando en una casita en Finisterre y nos volvimos para Cuenca. Sin duda, una experiencia increíble para hacer con amigos, y que recordarás toda la vida (nuestras expectativas se habían cumplido con creces). Y por eso… ¡Este año volvemos otra vez!

Os contaré cómo ha ido mi segundo peregrinaje.

Un abrazo y ¡buen camino!

María

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