La isla turística de La Toja
La isla de La Toja, Toxa en gallego, está situada al final de la ría de Arosa o Aurousa. La isla se encuentra frente a la población pontevedresa de El Grove, de la que la separa un canal de unos 100 metros de ancho.
Es una isla estrecha y alargada, tiene diez hectáreas de superficie y 875 metros de norte a sur. Es una ínsula agreste, rocosa y cubierta de vegetación, rodeada de un importante banco marisquero. Antiguamente se dedicada al pasto del ganado, estaba deshabitada y era conocida con la denominación de Louxo.
En 1899, la escritora gallega Emilia Pardo Bazán publicó en Ilustración Artística, un periódico semanal barcelonés de literatura, artes y ciencia, una leyenda sobre La Toja. “A principios del siglo XIX un burro enfermo de un proceso de la piel, fue abandonado por su dueño en la Isla. Al cabo de varios meses, su dueño se vio sorprendido al encontrar al cuadrúpedo completamente sano y recuperado de las úlceras que padecía”.
Las propiedades medicinales de las aguas termales y los lodos de la Toja consiguieron curar al burro. Pese a que esta es una leyenda, sus propiedades se alejan de la ficción. Debido a esto, en la Isla se construyó uno de los primeros balnearios de Galicia y a la fábrica de sales y jabones La Toja.
De pasto para el ganado a centro turístico de referencia
La historia de su explotación turística comienza con la iniciativa de un singular hombre nacido en la localidad cercana de Caldas de Reyes. Laureano Salgado Rodríguez, viene al mundo en 1847 en el seno de una humilde familia, llegando a ser uno de los más importantes empresarios gallegos de finales del siglo XIX y del primer tercio del XX.
Este personaje, logró ser el gran impulsor de la electrificación de Galicia, precursor de Fenosa y actual Naturgy. Hijo de un carpintero, cursa sus estudios junto con sus otros tres hermanos en el seminario de Santiago, gracias a la influencia de un sacerdote tío suyo.
Sin embargo, su verdadera vocación eran los negocios y, ya fuera del seminario, completa su formación con estudios de comercio. En 1903, Laureano se lanza a una de sus más singulares aventuras, la constitución de la Sociedad Anónima La Toja.
Esta sociedad tenía por objeto la explotación de las aguas medicinales de la isla. Salgado compró las fuentes isleñas con la ayuda del farmacéutico asturiano Fernando Rodríguez Porrero. Y con la ayuda inestimable del periodista Jaime Solá, director de la revista Vida Gallega, se hizo con las tierras que el informador había heredado de su madre.
El marqués de Riestra también estuvo interesado en el negocio. Ambos formarían un tándem para la explotación empresarial de la isla grovense. Riestra y Salgado fundaron una nueva sociedad que construiría en 1908 el Gran Hotel, situando a La Toja como uno de los centros turísticos de referencia en España.
También pusieron en marcha la afamada fábrica de jabón de sales minerales La Toja. La explotación de la isla arosana no le supuso a Salgado ningún tipo de inversión monetaria. La habilidad e influencia política que poseía Laureano para conseguir concesiones oficiales y, a su vez, la destreza con que diseñó la estrategia de un laberíntico trueque de favores empresariales, hizo que apenas tuviese que invertir dinero.
Sus derechos sobre la isla fueron adquiridos pagando con acciones de Electra Popular de Vigo y Redondela, una empresa recién formada y cuyo fin era vender energía en el área de la ciudad olívica. Sin embargo, Salgado no tuvo que abonar nada por estas acciones, ya que las había recibido liberadas como contrapartida a los favores realizados por él a esta empresa. Laureano le había concedido un salto de agua sobre el río Verdugo.
La táctica de Laureano siempre fue la misma. Poner en marcha un negocio, para después retirarse poco a poco. En el caso de La Toja no fue distinta. Después de la Gran Guerra de 1914-1918, el negocio de la isla quedaba en manos exclusivas de la banca pontevedresa de los Riestra.
¿Qué visitar en La Toja?
Además de la fábrica, dentro de la Isla se encuentra una capilla con planta original que data del siglo XII y que es muy peculiar, porque está totalmente recubierta de conchas de vieiras, siendo objeto de visita del turismo isleño.
También posee La Toja un magnífico campo de golf y un espacio dedicado al tiro al plato. Las mujeres vestidas con atuendo típico gallego, vendiendo collares elaborados con conchas de moluscos, dan un toque original a la visita.